Muere Félix Grande, poeta protagonista del último medio siglo
Félix Grande, poeta, discípulo, marido y padre de poetas, ha muerto en Madrid
con 76 años, después de una temporada de enfermedad y silencio, justo cuando se
cumplen 50 años de la publicación de su primer poemario, 'Las
piedras', que ganó el premio Adonais en 1963 y llegó a las librerías en
1964.
Por entonces, Grande era una especie de hermano menor de los poetas de la
generación del 50. Por edad, era demasiado joven para entrar en su grupo, pero
también era demasiado mayor y estaba separado por temática y actitud para
alistarse entre los novísimos (Antonio Martínez Sarrión, el mayor de los nueve,
es dos años más joven). Había crecido en provincias, en Tomelloso, hijo de dos
republicanos y nieto de un guitarrista flamenco que lo marcaría. Con 20 años se
trasladó a Madrid y, en 1961, empezó a trabajar con Luis Rosales en la redacción
de 'Cuadernos Hispanoamericanos', la revista de cultura más importante de su
tiempo. Rosales se convertiría en su guía.
La pareja era extraña. Grande era el chico republicano que hacía poemas de la
experiencia más o menos políticos. Rosales, en cambio, era el escritor oficial
del régimen, el señorito que detentaba el 'poder' en la literatura nacional y,
al mismo tiempo, el intocable al que se le reprochaba, probablemente sin
justicia, el fusilamiento de Federico García Lorca. Cuando todos
evitaban a Rosales, Grande lo defendía. Lo hizo incluso en un ensayo llamado
'Contra la calumnia'. Cuentan que Rosales no se sintió del todo cómodo con aquel
desagravio.
Por el camino, hubo alguna novela, como la premiada 'Las calles', un puñado
de ensayos (muchos de ellos sobre flamenco, como la monumental 'Memoria del
flamenco', su gran objeto de estudio, lo que le valió el Premio Nacional de
Flamenco) y, sobre todo, un par de libros de poesía muy destacados entre el
resto: 'Blanco spirituals' (1967) y 'Las rubáiyatas de Horacio Martín' (1978).
Por el camino, el gran tema de su obra pasó de ser lo social y se dirigió hacia
la sensualidad.
Poco después de esa década de inspiración, Grande tomó la dirección de
'Cuadernos hispanoamericanos', que ocupó hasta bien entrados los años 90. Aunque
la vieja revista de Rosales fue perdiendo importancia poco a poco, Grande
disfrutó de un lugar central en su mundo: era encantador y apuesto, portaba con
historias insólitas sobre poetas a los que la Guerra Civil había borrado del
mapa, por su casa pasaban los escritores más admirados en los que se pudiera
pensar...
"Todo mi oficio se reduce a buscar sin piedad ni descanso la fórmula con que
poder vociferar socorro y que parezca que es el siglo quien está
aullando esta maravillosa palabra. Que adviertan que me puse
entre los torcidos del mundo para ayudarles a zurcir y defendí a la vida con
todo mi terror. Clamar socorro como el nombre de un dios", escribió una vez
Grande. Será recordado como una persona amable y un poeta fácil de
querer.
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